Divagativa

Del diablo, las ramas y mi voluntad.

Esta noche ha venido el diablo a los pies de mi cama a recordarme la posibilidad del eterno retorno y me he desvelado.

Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente la misma casa del ser se reconstruye a sí misma. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel, a sí, el anillo del ser.

Si ahora mi vida se detuviese y se reiniciase hasta este mismo punto sin perder un matiz de todo cuanto la ha conformado, ¿aceptaría empezar de nuevo?

¿Dónde está la fuerza de mi voluntad de poder ahora que se me rinden cuentas? ¿En qué momento preferí el reposo a la victoria? ¿Desde cuántos frentes he sido aplastada? ¿A cuántos, mi resistencia, les ha ayudado a alzar el vuelo? ¿Cuándo me cansé de Ser?

El gusano se retuerce en el suelo después del pisoteo de una suela desgastada por la ilusión que aspira a sentirse mejor viendo cómo hay alguien que aún está peor.

¿Qué ha sido de aquellas maravillosas alas que sólo con su destello el mundo despejaba a su antojo sin miedo al zarandeo del viento?

La oruga se quedó en la crisálida, de su interior emergieron ramificaciones que sirvieron para el descanso de bichos que treparon sin alzar nunca el vuelo hasta tumbarse encima.

Y, sin embargo, cierta energia vital que me habita, insatisfecha, me exige la renuncia; pues, ahora que el diablo me ha visitado, me he asustado.

Tengo miedo. Ese miedo que mueve al esclavo a convertirse en señor. Ese miedo que descubre el abismo del que hay que cuidarse para no devolverle la mirada demasiado tiempo.

La insatisfacción está bombeando mis pies, ahora siento el dolor físico que antaño me inmovilizó y que, ahora, quiero sacudir por encima de todos los medios.

El camello ha llegado cansado al desierto y se ha hecho león. Cada golpe dolerá, pero será certero.

Servirá el dolor como motor, servirá la pasión en la conquista de libertad de movimiento y creación.

Y ya no seré la resistencia, sino el vuelo. Seré la fuerza, la afirmación y la rueda que gira satisfecha de su santo decir que sí.

Me invade la potencia de las alas plegadas que empiezan a descoserse como cuando alguien engorda y le revienta un botón: van a salir disparadas en la sigilosa elegancia de quien no necesita ser visto para seguir alzando el vuelo interno.

La fuerza de mis piernas me sacará de aquí, el fuego de mi corazón será gasolina.

Ahora se desbloquean cada uno de los recuerdos que me devuelven a la cordura de la salvaje que me habita.

Servirá cada obstáculo como resitencia sobre la que elevarme.

El crepúsculo de los ídolos ha llegado y renacerán la danza, el fuego, la tierra y el hambre; las historias, los cuentos y el cable; el encierro, la apertura y el baile.

Pues que todo vaya y vuelva; que eternamente ruede la rueda del ser. Que todo muera, que todo vuelva a florecer, que eternamente corra el año del ser. Que todo se rompa, que todo se recomponga; que eternamente la misma casa del ser se reconstruya a sí misma. Que todo se despida, que todo vuelva a saludarse; que eternamente permanezca fiel, a sí, el anillo del ser.

Del vacío, el eco de la divinidad. De la nada, mi Ser.

 

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