Hoy tengo en la barriga las mismas lombrices que tuvo Samanta cuando era una cachorra. Se retuercen locas en mi estómago haciéndolo ensancharse y contraerse a una velocidad de infarto. A ratos creo que me van a salir por la boca, pero salen por los ojos. Como si fueran serpientes de un submundo muy profundo que llevaran tiempo engordando para poder hacer esta Odisea. Estaban esperando a que lo dijera rápido y mal, pero que lo dijera: que ya no me lo creo, que hay corderos que son peores que los lobos. Que entre el bien y el mal hay tantos matices que, la mayoría, conviene no percibirlos. Y por eso, no se perciben, por comodidad. Pero que convenga, nunca ha significado que no existan. Y eso, a veces, se olvida. Sobre todo a los corderos.
Hay gente que nunca ha estado sola. Y hay gente que siempre ha estado sola. También hay gente que nunca ha estado sola, pero lo estará algún día y gente que se encontró con una soledad inesperada y repentina con la que tuvo que convivir mejor o peor. La gente que nunca ha estado sola suele pensar que la gente que siempre ha estado sola lo hace por voluntad propia, pero, en la mayoría de las ocasiones, estoy segura, de que se equivocan.
La gente que lleva más tiempo sola que acompañada, suele creerse capaz de vivir en soledad, pero se me ocurre que si la soledad se escoge por cobardía no es lo mismo que si se escoge por principios. Hay principios que, en el fondo de sus entrañas, esconden una rebeldía, un enfado, una rabia, una tristeza y, al final, una cobardía, que acaba saliendo por las orejas en forma de tapón. Hay formas de escoger la soledad por falta de herramientas. Pero que una lo sabe. Y hay soledad que no se escoge porque se siente que no hay alternativa. A veces, todas cuadran, coinciden, se besan, se chupan, se tragan. Hay soledades que pasan un tiempo siendo acompañadas de otras soledades para acabar volviendo a sus nadas de las que florecerá o no quién sabe qué.
La soledad toma forma de lombrices a veces. Es una putada. Hay soledades de las que no se puede escapar por más gente que se te acerque. A veces, esas soledades gobiernan el cuerpo y lo hacen poco a poco hasta que una es consciente de ella, o de las soledades que le configuran, y el día que hace pam, una cree que ya es demasiado tarde. Pero, por si acaso, llama. Y acude quien acude para dejar más claro aún esa soledad. Una mira a otras personas colmadas de soledad y tiene ganas de saber y de preguntar: ¿desde cuándo sabes que estás solo?
No sé por qué me empeño en escapar de la soledad radical. Me enfado cuando alguien me recuerda que estoy sola y me salen lombrices por la boca. Lombrices que recogen los corderos porque no tienen más armas que esas con las que defender su terriotorio. A mí me falta el amor y sigo buscando el sentido, porque el amor se construye y no sé si sé con quién se construye porque no se me quita la soledad de dentro, así que da igual quien venga, vaya o vuelva. Y a veces rasco, rasco, rasco donde veo que puedo ser entendida porque conocen la soledad, y recibo y, por poco que reciba, me inhunda el amor. Porque es un amor de corazón, no es veneno. Y todos, lobos y corderos, necesitamos amor. Desconfío del amor del cordero, pero nunca del amor del lobo. Desconfío del amor de la manada, pero nunca del amor del solitario. Nunca tuve manada. Y si la pude tener, jamás me la creí. Debe ser triste, pero eso no se elige.
Para la manada lo importante es que no pase nada que se vea, las cosas que se ven, como las enfermedades físicas, constituyen una razón de peso que vale de bandera, excusa, razón, y causa de sentencias varias. Y no es para menos. Sin embargo, con lo que no se ve, se baila, se chupa, se folla, se bebe, se esnifa, se evade…Se esconde. Y si alguien no lo esconde, si alguien se atreve a ser quién es así de desarreglado y hueco por dentro: SE LO COMEN. Hay formas de comerse a un ser humano muy sutiles. Si un ser humano es frágil, los otros tienen un poder de acabar con lo poco que les queda muy atroz. Da miedo. Y hay locos que se arriesgan. Y hay cuerdos que no tienen otra porque les puede la fuerza interna, eso que les arde por dentro y que a los otros molesta. Los molestados toman notas de todo lo políticamente incorrecto que hace el desamparado, y en lugar de ampararlo lo llevan al Tribunal Supremo, leen todas las veces que erró, recuerdan – sin contexto – cada vez que algo no quedó bien y con eso: ATACAN.
El ser humano, solitario pero inteligente, se aleja sigilosamente; las salvajes, gritamos, ardemos, chillamos, lloramos, pataleamos y esperamos la guillotina, pero vacías, al fin, de lombrices.
La guillotina corta otras cosas, nunca el cuello.
Por eso, se salvan.
Por eso vuelven, pero ya no se notan.
Se guardan la verdad captada y la esconden, y aprenden a fingir y hasta saben adaptarse a la manada que les aguillotinó, pero normalmente, encuentran otros rincones y, con suerte, saben cuidar su energía y hasta bailan lejos de toda mirada.
Buen escrito.
La soledad a veces transmuta en cierta sabiduría.
En cuanto desidealizamos muchas personas y situaciones antes sobrevaloradas, la soledad puede convertirse en una opción elegida y mas disfrutable mediante la cual uno busca drenarse en su espacio, en donde uno puede ser sin más, sin necesidad de rendir cuentas.
No significa necesariamente que esto sea una renuncia ni al mundo ni a las personas, si no es un darse cuenta de que uno no tiene que estar para los demás como antes.
En los años jóvenes tejemos telarañas con allegados, familiares, pareja, amigos, etc…y uno se entrega a los demás necesariamente y es necesario hacerlo para buscar y hallar pertenencia, confundiendo el ser con el estar.
Como si con ello, al temer al abandono, a la pérdida o a la soledad, invirtieramos en los demás para recibir sensación de compañía existencial para llenar el vacío.
Pero con el paso del tiempo uno siente que ya no se necesita tanta pertenencia y como lobo se retira de la manada sin sentirse excluido, si no que se retira con la necesidad de un espacio propio en soledad.
Hay cierto regusto en sentir que hay deberes hechos y que no se necesita mas que algunos momentos mas bien a solas, aún a sabiendas que tenemos personas a las que amar y que dígase de paso, también nos aman recíprocamente.